Lunas negras

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Lunas Negras, Crónicas de Radhuk

¡Hola, viajeros!

¿Qué tal ha ido vuestro verano? Corto, supongo. Aunque yo estoy esperando que los termómetros nos den un pequeño respiro (coger el coche a 46º en el interior es horrible). Mi verano ha sido de los más especiales que he vivido. Eso sí, la vuelta a la rutina está siendo un retorno a la cruda (muy cruda) realidad. Y con la vuelta a la rutina regresan los relatos… Intensos, para qué engañaros.

¡En fin! Espero que disfrutéis del siguiente texto.

¡Nos leemos!

Besos literarios 🙂

Lunas Negras, Crónicas de Radhuk

Otra vez tus lunas negras se llevaron mi esperanza. Otra vez quemamos el papel fotográfico de tantos besos con los que cegamos al objetivo de aquella cámara. Y este cielo tan oscuro en donde mi pecho ya no cabe, aún no está preparado para la llegada del sol. Lo supe desde el principio, lo sé ahora, en el abismo, donde espero sola para darme cuenta de que saltaría una y mil veces contigo. Incluso aunque estar en el suelo sea más mortal que caer matando uno a uno los segundos del reloj.

Otra vez mi razón grita, clama y suplica al corazón que deje de leer(te) en las sombras de tus ojos, en el pasado que lacera tu alma y ahoga en mi garganta cada suspiro que no lleva mi nombre, pero que igualmente me regalas. Siento un dolor atroz, tan fuerte que el resto ya no importa. Ni el verano que no quiere abandonarnos, los días largos y cálidos, las lágrimas tibias enmarcando el blanco de la almohada. Se desgarran ahí y dejan un pequeño rastro de rímel, como si se desangrasen hasta morir. Supongo que mis latidos se han convertido en bombas. Estallan en la trinchera de mi memoria y tratan de reducir a cenizas tu mano sobre la mía, perdida debajo de mi falda, nuestros abrazos eternos… el sudor que empapa tu espalda cuando jugamos a querernos.

Porque tus lunas negras se llevaron mi esperanza. Y con ella se marcharon también los lunares que adornaban la palidez de tu piel. Se fue el aliento que acampó en cada hueco de tu cuello, expiró el aire olvidado que nos hizo sentir tan vivos. Tan locos, tan fugaces como estrellas. Tan poderosos. Tan unidos. Tan enamorados. Tan anclados el uno al otro. Aquel deseo de creernos más certeros que el disparo que hoy me atraviesa y me roba las palabras. Los recuerdos.

Noche etérea. Donde tejen de dudas sus nidos los cuervos.

Noche de tinta. Negra.

Como tus lunas.

Como mis labios partidos de besarte a quemarropa.

Y este pesar al abrirse camino entre senderos que a ningún lado conducen. Estas ganas de quererte a ciegas, en la agonía. Sin saber que querer con miedo no es querer. Que temer al alba, cuando el rocío aún respira, es romper en pedazos el cielo que ahora intento recomponer. El tuyo. El mío. Quemando. Quebrándose. Estás aquí y no te veo, no te siento. Estás y no te encuentro. A veces pienso que eres un faro, confundido, mareado, que aún así guía mi barco a puerto seguro. Pero en ocasiones también naufrago entre las rocas mientras sigo tu luz.

Sobre todo en noches de luna negra.

Como esta.

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