Si supiera hablar la lluvia

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Si supiera hablar la lluvia

Hacía muchísimo tiempo que no escribía un relato romántico. Raro, rarísimo en mí. Antaño no dejaba de redactarlos. Hoy vuelvo a la carga. Hoy, que llueve, hablamos precisamente de lluvia, pero sobre todo… de amor.

El siguiente relato es un recuerdo de la tormenta más bonita que he vivido. Una que ya dura cuatro años. Bendita lluvia. Que no acabe nunca.

Espero que os guste.

¡Nos leemos por Radhuk!

Si supiera hablar la lluvia tal vez contaría nuestra historia. Cómo las olas retumbaban en el corazón más que en las rocas. La manera en que rompían con fuerza en los afilados riscos que asomaban entre las arterias y cómo al mar regresaban con cada latido. Mar del norte, bravío. Mar oscuro e infinito, envuelto en espuma blanca, donde fue la tormenta a morir.

Si supiera hablar la lluvia tal vez contaría nuestra historia. Cómo aquellas manos leían de mi rostro las expresiones. Cómo el frío se tornó dulcemente cálido. Cómo una mirada inocente acalló los miedos y las dudas cuyas cenizas de plata volaron al amanecer.

Dos. Tú y yo. Y la incesante tempestad tejiendo sobre nuestro cuerpo un nuevo abrigo. Se aferraba a nuestras manos entrelazadas, trepaba por la espalda empapada y contorneaba nuestras siluetas difusas . Allí, en mitad del silencio roto, los edificios somnolientos y el negro mar, en tus ojos vislumbró la lluvia mil ciudades. Vio en tus ojos leyendas inmortales, cuentos confeccionados con palabras vacías a falta de fe. Vio al cielo llorar cientos de estrellas fugaces. Vio con asombro relucir mi pecho, estallar mi alma en su interior, el universo y sus colores. La poesía hecha carne. Desesperada mi boca por albergar un beso. Vio girar el mundo prendido en la comisura de tus labios. Y tantos sueños volátiles cobraron forma ante mí… También los vio. Los eternos «te quiero», las caricias que arropan la piel, el amor que nace fuerte. Nos vio devorarnos, locos, eternos, señores del tiempo.

Que sí.

La lluvia de aquella noche lo contaría. Si supiera hablar, tal vez, lo contaría. Cómo las olas retumbaban en el corazón más que en las rocas. La manera en que rompían con fuerza en los afilados riscos que asomaban entre las arterias y cómo al mar regresaban con cada latido. Mar del norte, bravío. Mar oscuro e infinito, envuelto en espuma blanca, donde fue la tormenta a morir.

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