Los últimos de Torrijos

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Los últimos de Torrijos

Hay algo que no hemos dejado de hacer este año: caer y levantarnos. Constantemente. Por una cosa o por otra. Las siguientes líneas reflejan una triste realidad: Los comerciantes del mercado Torrijos podrían perder sus puestos de trabajo.

Hace muy poco un diario se hacía eco de la noticia. «Los últimos de Torrijos», así rezaba el titular y así he querido llamar también a este post porque me ha parecido tan triste como categórico: sí, son los últimos que quedan. La publicación desgranaba la incesante lucha entre los pequeños comerciantes y un titán como Numulae, sociedad anónima de tipo mercantil, una entidad decidida a hacer del mercado un centro comercial y un gimnasio. Los dueños de sus negocios se encuentran contra las cuerdas: Si un juez no lo impide (el proceder de la socimi parece ser de dudosa ética), todos ellos podrían echar el cierre definitivamente.

Casi nadie habla de ello, pero está pasando. Por eso, desde este humilde rincón de literatura, he querido dedicar unos párrafos a describir brevemente a dos de esos pequeños comerciantes que día a día están al pie del cañón detrás del mostrador: mis padres.

No permitamos que les quiten ni a ellos ni a sus compañeros lo que por derecho les corresponde. Se nos acaba el tiempo. Por favor, #SalvemosTorrijos.

¡Muchas gracias por visitar Crónicas de Radhuk y por todo vuestro apoyo!

Besos literarios y hasta el próximo relato.

Mi padre echó el cierre. Le había visto doblar el lomo durante años al hacer ese mismo gesto. Primero levantaba los rieles por los que se deslizaba el aluminio. Los colocaba en posición vertical y los inmovilizaba en el suelo. A continuación, alzaba los brazos hasta alcanzar las lamas y tiraba de ellas hacia abajo. El cierre gruñía, chirriaba incansable, se quejaba con aquel sonido estridente y tan característico pero, al final, caía abatido. Tras él quedaba la frutería, cuyo mostrador, vacío, dormiría hasta la mañana siguiente.

Tiempo después, cuando mi padre sobrepasó sus 50 primaveras, dejó de partirse la espalda al cambiar aquellas endiabladas lamas por un cierre automático. Pulsar un botón era todo lo que debía hacer para dejar su negocio protegido. Echaba el cierre sin el esfuerzo físico de antaño, pero con los huesos fatigados de quien ha pasado toda una vida detrás del mostrador con todo lo que eso conlleva. Su cuerpo hablaría de madrugones imposibles, horarios inhumanos, músculos agarrotados, ansiedad palpitante y sueños interrumpidos.

Así que cuando aquella tarde le vi echar el cierre, me pregunté si sería para siempre. Por un momento deseé que así fuera. Porque entonces, solo entonces, su cuerpo dejaría de hablar de madrugones imposibles, horarios inhumanos, músculos agarrotados, ansiedad palpitante y sueños interrumpidos. Pero, por otro lado, sabía que, a pesar de todo, mi padre disfrutaba de su humilde trabajo. No hubo nunca mejor frutero que él.

—¿Nos vamos ya?

La voz rasgada y cansada llegó a oídos de mi padre. Se cortó súbitamente en la última sílaba. Era mi madre quien hablaba. Quizás fue el tabaco el culpable de los nódulos que peinaban sus cuerdas vocales. Lo dejó hace mucho tiempo, antes de pasar por quirófano para extirparle el problema. Fue durante el verano de mis 14 años. Lo pensé durante un instante fugaz, como igual de fugaz me pareció el paso de las estaciones que ya solo vivían en los recuerdos. Y ahí estaban ellos, apretados en la furgoneta de camino a casa tras una jornada entre tomates y berenjenas, entre manzanas y coruja, entre ilusiones y anhelos. Un día. Otro día. Y otro más.

Mi padre asintió antes de girar sobre sus talones para dirigirse hacia el ascensor. Mi madre le alcanzó rápidamente. Creí ver que le agarraba del brazo y quise congelar el reloj, mas este, imperturbable e indiferente, no esperaba por nadie, ni siquiera por los sueños. Los vi avanzar por el pasillo mientras los sonidos del mercado se iban atenuando poco a poco.

Un día. Otro día. Y otro más.

Cuando aquella tarde los contemplé echar el cierre, me pregunté si sería para siempre. A fin de cuentas, eran los últimos de Torrijos.

https://twitter.com/_eampuero/status/1262458527739711489

  1. Dic 13, 2020 7:05 pm

    Todo mi apoyo, cariño y fuerza.
    #SalvemosTorrijos

    • Dic 13, 2020 6:34 pm

      @Nuria

      ¡Muchas gracias, Nuria!

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