Tengo el corazón completamente roto tras saber hoy, 30 de septiembre de 2020, que Quino, el padre de Mafalda, ha fallecido. Tuve la suerte de conocerle hace 10 años. Por aquel entonces, estudiaba periodismo y ni siquiera existía este blog. Quino y Alicia, su mujer, me abrieron las puertas de su casa en Madrid para concederme mi primera entrevista. Era diciembre. Recuerdo que hacía mucho frío y que yo estaba muy nerviosa. Días antes había comprado una grabadora y un micro de corbata para recoger el audio en condiciones y poder transcribir la entrevista a posteriori. Sin embargo, me temblaban tanto las manos que apenas podía colocar adecuadamente el micrófono en el jersey de Quino. Recuerdo también hablar muy bajito, con apenas un hilo de voz. Era una cría de 18 años y no había tenido tiempo para empezar a forjarme como profesional. No lo podía creer. ¡Iba a entrevistar al creador de Mafalda! Jamás en mi vida pude imaginar que tendría semejante oportunidad y, aún hoy, me parece increíble que estuviera en ese estudio, con una libreta en la mano y un bolígrafo en la otra, tomando notas y escuchando a Quino relatar su historia.
Por eso hoy se me ha roto el corazón un poco más. Su mujer y él eran personas maravillosas, alegres, humildes y gentiles. Siempre sonriendo, siempre restándole hierro a los problemas. Pude conocerles a ambos y, Dios mío, nunca estaré lo suficientemente agradecida por permitirme realizar aquella primera entrevista en un momento en que Quino ya no se reunía con periodistas.
No quiero que se pierdan aquellas palabras. Han pasado 10 años, pero todavía conservo el audio que recogí en esa vieja grabadora. Me gustaría compartirlo con todos, rescatar la entrevista para el recuerdo. Por eso (y aunque este blog esté dedicado a la Literatura) he decidido publicarla aquí, en Crónicas de Radhuk. Podéis leerla (y escucharla) a continuación.
Gracias por tanto, Quino. Allí donde ahora estés, espero que encuentres paz y que no dejes de dibujar. Hasta siempre.
Diciembre de 2010
Quino, a sus 78 años, decide colgar los lápices definitivamente tras pasar más de la mitad de su vida creando tiras cómicas que se publicaban en periódicos y revistas. Hoy le entrevistamos para conocer su profesión con más profundidad. El creador de la carismática Mafalda, nos recibe en su piso en Madrid junto a su mujer, Alicia Colombo, e inmediatamente nos conduce a su estudio. La estancia es amplia y luminosa, rodeada por multitud de libros, enciclopedias y figuras varias, entre las que destacan algunas de su personaje más conocido: Mafalda. Asimismo, sobre la mesa de dibujo se sitúa el volumen “Todo Mafalda” editado por primera vez en España en el año 2001.
PREGUNTA: La vocación por el dibujo le viene de su tío, don Joaquín Tejón, ¿en qué momento surge la decisión de convertirse en dibujante?
QUINO: Yo tenía tres años de edad y mi tío vino a acompañarnos a mis hermanos y a mí porque mis padres habían salido esa noche, y como él era dibujante y no había televisión en esa época para entretener a los niños, se puso a hacernos dibujos y ahí yo descubrí que con un lápiz en la mano uno crea lo que le dé la gana. Lo mismo vale para escribir, ¿no? Claro, a quien se la da bien hace maravillas y a quien no hace cualquier cosa. Yo me quedé muy impresionado con esto de que mi tío pudiera dibujar montañas, y caballos, y personas… Y todo salía de un palito.
¿Y nunca se planteó otra profesión?
QUINO: No, dibujante desde el principio, desde los tres años.
Iniciarse en el mundo del dibujo o la escritura no resulta algo sencillo. ¿Cómo resultó en su caso?
QUINO: Sí, es complicado, además yo vivía en una provincia donde había un periódico nada más, así que tampoco había dónde publicar. Empecé a los diecisiete años a tratar de hacer algo de publicidad para ganarme un dinero, pero era muy poco. Antes de eso fui a la escuela de Bellas Artes, por supuesto, a estudiar dibujo. De todos modos me tuve que ir a Buenos Aires a buscar trabajo por las editoriales, las revistas, y las publicaciones con una carpetita bajo el brazo. En ninguna parte conseguí nada, así que volví a mi provincia. Luego me tocó la mili y, después de hacerla, volví a Buenos Aires ya decidido a quedarme. Al final, a fuerza de recorrer publicaciones, revistas y redacciones, me empezaron a publicar cada dos semanas una página con distintos dibujitos. Ahí, una vez que uno empieza a publicar, se da cuenta de los defectos que tiene su trabajo, de que uno dibuja cosas que no debe y de que tiene aprender muchísimo. Y cuando otras revistas donde me habían dicho que no vieron que yo estaba publicando en alguna parte, me empezaron a llamar; y así, de a poquito, fui consiguiendo más trabajo.
Cuando consiguió esa primera publicación, ¿cumplió sus expectativas?
QUINO: Bueno, era un semanario de actualidad, político-cultural, pero yo estaba dispuesto a dibujar lo que fuera porque después dibujé en revistas femeninas, en programas de televisión, de deportes… Y eso hace muy bien, porque estás de médico de guardia en un hospital, te caen muchos casos y hay que afrontarlos… y dibujar lo que sea.
Las veces en que resultó difícil publicar, ¿pensó en abandonar?
QUINO: No. Claro, cuando hay muchas dificultades uno de desanima un poco y por ahí le asalta la idea de dejarlo, pero jamás se me habría ocurrido pensar en otra profesión o en otro trabajo que no fuera ese.
¿En qué o en quién se inspiró para hacer sus tiras cómicas?
QUINO: En Argentina había muchas revistas de tebeos y dibujantes que a mí me gustaban mucho. Cuando uno empieza, trata de tomar un modelo al que seguir, ¿no? La inspiración era de ahí y de tratar de estar informado de todo lo que pasaba leyendo periódicos y yendo a museos, galerías… Porque cuanto más uno se enriquece culturalmente, no es que más fácil te resulte, pero tienes más elementos para desarrollar otra actividad.
Las primeras tiras cómicas que usted publicó eran muy visuales. Consistían en unos dibujitos y no tenían palabras. La pregunta es: ¿sobran siempre las palabras?
QUINO: No, siempre no. Hay ideas que si uno no le agrega al dibujo palabras no se entendería lo que se quiere decir. Mi ideal en esa época era hacer todo sin palabras, sí, porque había también un tipo de humor que era así. Era humor mudo: más ideas visuales que otra cosa.
Porque luego se produce un cambio de estilo e introduce los diálogos y las palabras…
QUINO: Sí, porque en una de las revistas en las que empecé a publicar, el director me dijo que la gente quería más material [en la revista] y que si uno miraba una página y no tenía nada para leer, que la veía así, de un vistazo, que no, que había que ponerle textos. Entonces empecé a aprender a poner texto, porque a mí me costaba mucho escribir.
En la década de los 60 llegamos a Mafalda, personaje que surgió como un icono publicitario. ¿Cómo se da el salto a las tiras cómicas?
QUINO: Era una idea de una agencia para hacer publicidad de una fábrica de electrodomésticos, y había que crear una familia que usara esos electrodomésticos sin hacer publicidad, sin decir “¡Qué buena es la nevera!” ni nada por el estilo. Tenía que parecer un tebeo normal de una familia con niños, y, si usaban algo, tenían que ser esos electrodomésticos que iban a fabricar ellos. La agencia pretendía que los periódicos publicaran el anuncio sin cobrar nada, pero los periódicos dijeron “No, si es publicidad, aunque sea encubierta, hay que pagarla”. Y entonces nunca se hizo esa campaña. Me quedé con unas tiras de ahí que había creado para eso… eran diez o doce tiras, nada más. Las estuve guardando dos años hasta que un amigo me dijo si, además de los dibujos de humor que yo hacía, no tenía otra cosa distinta. Le mostré esto, le gustó y lo empezó a publicar sin decirme nada. Me dijo: “Bueno, me lo llevo a la revista a ver qué pasa y qué opinan”. Y me encontré con que lo estaban publicando, así que me tuve que enfrentar a una situación de que se estaba publicando un personaje que ni yo mismo conocía porque en diez o doce tiras no tienes tiempo de aprender cómo va a ser un personaje. Y así tuve que pensar si tenía que hacer un tebeo con personajes que iban a repetirse cuando tenían que tener ciertas características. Entonces pensé “¿Qué le puede preocupar a un chico?” Y como en el mundo siempre hay follones por todos lados, y guerras, y todo eso, yo pensé “Encaremos la cosa como un chico que va al colegio, le dicen que hay que ser educado, no pelearse, ser bueno en la casa también…” Los adultos le repiten lo mismo, y después ponen la radio o ven la televisión y él ve que en el mundo pasa todo lo contrario. De ahí era la idea de criticar cómo funciona la sociedad y el mundo.
¿En qué se inspiró para crear a Mafalda?
QUINO: La agencia en ese momento pedía personajes como Carlitos (o Charlie Brown), Snoopy… Era el boom de esa época en el tebeo, así que me pidieron, si pudiera ser, algo parecido a esto. Yo me compré los libros que encontré en Argentina, que estaban en inglés porque no se publicaban en ninguna parte allí, y empecé a mirar un poco qué mecanismos había usado el autor, Charles M. Schulz, para que esto fuera una cosa que vino a cambiar el tebeo. Hasta entonces, por lo menos en Argentina, los tebeos eran con un solo personaje que tenía una sola característica: era un tío que te hacía barrabasadas siempre, o que era un pedante, o era uno que se rebuscaba la vida jorobando al resto de las personas. Viendo estos tebeos de Carlitos, me di cuenta de que lo que había hecho este hombre era mezclar todos los sentimientos que puede tener un chico: odio (dibujar un personaje que pudiera odiar a alguien estaba muy mal visto), alegría, tener celos de los compañeros… Lo elegí como modelo porque me pareció que reflejaba muy bien cómo somos los seres humanos.
Resulta curiosa la idea de relacionar a Mafalda y sus amigos, que son niños, con temas como la política, la economía o las desgracias del mundo en general. ¿Por qué esa unión de ambos conceptos, ese punto de vista del mundo desde los niños?
QUINO: Porque en mi familia yo tenía una abuela muy politizada… y todos más o menos eran gente bastante politizada, aunque sin actuar en política ninguno. Sus ideas políticas se discutían, se transmitían… Y además, cuando yo tenía cuatro años, empezó la Guerra Civil en España. Mis padres eran españoles, y toda esta guerra la vivieron y la sufrieron muchísimo porque eran republicanos, además (o sea, que la perdimos…). Desde chiquito estuve acostumbrado a discusiones políticas. Además, uno iba al cine (yo empecé a ir al cine a los ocho años) y allí pasaban lo que salía en el telediario pero más bien se trataba de un semanario, con todo lo que estaba pasando en Europa, en el mundo, y en todos lados. Las guerras me las veía todas en el cine porque en ese momento se empezaron a hacer muchas películas de guerras. Era la actualidad mundial filmada cada semana… Y de chiquito me quedó muy pegado todo esto de las discusiones, las ideas y las tendencias políticas.
¿Podemos encontrar rasgos de su personalidad en sus propios personajes?
QUINO: Sí, supongo que es inevitable que, saliendo todo de la cabeza de uno, todos tengan algo.
La sopa que tanto odia Mafalda, ¿es simplemente un alimento no apetecible para ella o esconde un significado más allá?
QUINO: Es lo que uno tiene que aguantar obligadamente sin que le guste. Sería desde los regímenes militares que tuvimos en América del Sur hasta todo aquello que tratan de imponerte y que no te gusta. A mí la sopa me gustaba mucho, pero si todos los días te están diciendo “Come la sopa, come la sopa…” uno lo rechaza, por supuesto (risas).
Mafalda no solo estuvo en las páginas de los periódicos, sino que se realizó una serie de animación en la década de los 80. ¿Cómo fue el momento de traspasar a Mafalda a la televisión?
QUINO: Yo no me quise meter en ese proyecto. El productor me persiguió tanto tiempo que al final le dije que sí, pero que yo no quería participar, que si ellos tomaban los tebeos y hacían la animación, bien. No importaba. Por supuesto, estuve charlando con la dibujante que lo hacía, pero el resultado no me gustó nada porque, además, los personajes hablaban con el texto de mis tebeos, diciendo los bocadillos, y la elección de las voces fue muy larga. A nadie le gustaban, a mí tampoco… Y al final aprobé voces que no me parecían bien por cansancio. Y claro, cuando se proyectó eso en el cine la gente dijo “¡Pero esa no es la voz de Mafalda!”. Nunca había tenido voz Mafalda, pero se ve que cada uno en su cabeza se había imaginado una. Así que quedó una cosa que a mí no me gusta nada y todavía se sigue dando por ahí…
Cuando comenzó como dibujante, ¿se imaginó conseguir lo que terminó alcanzando?
QUINO: No, la verdad es que no. Quería llegar a ser un dibujante como los que yo admiraba, por supuesto, pero que lo mío llegara a tener tanta difusión no. No me lo imaginaba.
Cuando la gente habla de Quino, todo el mundo sabe que es el creador de Mafalda, ¿quizá le hubiera gustado haber sido reconocido por algún otro trabajo?
QUINO: Sí, claro. Toda la otra parte de humor que hago, no es que no sea conocida, ni mucho menos. En América Latina es todo muy conocido y en algunos países de acá, los más latinos, digamos, de Europa, también. Pero es cierto que la gente se inclina más por un personaje. Yo publiqué durante cuarenta o cincuenta años páginas con dibujos que a cada semana cambiaban. Una semana se me ocurría hacer una historia en muchas viñetas para toda la página; y otra de un solo dibujo también para toda la página. Para la gente es muy difícil identificarse con una cosa así.
En alguna ocasión llegaron a censurarle ciertas publicaciones. ¿Por qué fue?
QUINO: Porque yo tocaba temas políticos que por ahí irritaban al gobierno o a los militares. En Argentina, además, nunca hubo una censura “oficial”. Los jefes de redacción decían “No, esto es mejor no publicarlo esta semana porque puede caer mal”. Y cuando llegué a Buenos Aires desde mi provincia y empecé a recorrer las redacciones ya me advirtieron que temas sobre sexo no, sobre militares tampoco, sobre la Iglesia tampoco… Uno se crió como profesional haciendo autocensura porque, si no me lo van a publicar, ¿para qué me voy a dedicar a esos temas? Pese a todo, uno siempre trata de hacerlo disfrazándolo de otra manera.
Y por último, tal y como está la situación actual de crisis mundial, si Mafalda fuese presidenta de Estados Unidos, ¿qué le diría al resto del mundo?
QUINO: No lo sé… Supongo que repetiría todo lo que dice en sus tebeos porque la situación no ha cambiado tanto… Es decir, las guerras han cambiado de nombre, pero siempre sigue habiendo; la tecnología ha avanzado mucho, pero la esencia del ser humano es la corrupción. Y todo eso sigue siendo igual. Creo que [Mafalda] dirá lo mismo que ha dicho siempre.