Lisbeth o las ganas de llorar

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«Creo que lloramos para liberar nuestra parte animal sin perder nuestra humanidad, porque llevo dentro una bestia que ladra, gruñe y lucha por la libertad […], por la vida. Y, por mucho que lo intento, no logro acallarla».

Veronica Roth, Insurgente

¿Por qué lloramos? Se me ocurrió la idea del siguiente relato intentando responder a esa pregunta de una manera vinculada totalmente a la literatura. E imaginé que, tal vez, los responsables de nuestro llanto podrían ser unas pequeñas criaturas a las que decidí llamar erianitas. ¿Viven de nuestras lágrimas o mueren con ellas? Mientras ideaba el desarrollo de estos diminutos seres, pensé que sería interesante otorgarles la capacidad innata de potenciar la emoción que sustenta el motivo del llanto, ya sea tristeza, enfado, frustración, alegría… Nacerían de una lágrima, vivirían marcados por ese sentimiento y, llegada la hora, volverían a los ojos humanos para dejar allí su legado, todo lo aprendido, y morir (otra vez) convertidos en lágrimas.

Puede que os resulte un relato un tanto extraño, pero ya sabéis que tengo debilidad por la literatura fantástica y, a veces, escribo textos así. Sea como fuere, esta es la historia de Haru y Enka. Y, cómo no, de Lisbeth.

Espero que os guste. ¡Nos leemos pronto!

Hacía muchos siglos que los erianitas habían perdido las alas y cambiado el oxígeno por agua para poder respirar. Más de mil lunas habían coronado el cielo de Radhuk antes de abandonar sus laberínticos bosques verdes, plagados de una fauna tan exótica como variada. Sus tierras se marchitaron con el tiempo al dejar desatendidas las flores; las hojas frescas, que abandonaron sus entrañas en las ramas de los árboles para no volver a brotar; la caída de la lluvia en primavera o el suave viento, que se colaba entre la espesura del monte hasta perderse. Todo desapareció, como desaparecieron los erianitas. Habían emigrado hacia donde se ocultaban las almas humanas: hacia sus ojos. Y en aquellas miradas tan dispares habían construido su más pequeño y humilde refugio para nacer.


Encerrado en el cuarto de baño, Haru parpadea varias veces ante el espejo y abre mucho los ojos. Acerca su rostro a la superficie lisa, que le devuelve un reflejo distorsionado. Ha sido un breve, brevísimo segundo, pero ha durado lo suficiente como para sentir una molestia en el lagrimal derecho. Se frota con cuidado una y otra vez tratando de hacer desaparecer la incómoda sensación sin éxito y, al final, desiste.

El muchacho se encoge de hombros y regresa a su cuarto. Se deja caer pesadamente sobre el colchón para dar una vuelta tras otra sin sentirse cómodo. Hoy cumple diecinueve años. Debería sonreír y salir a celebrarlo, pero Lisbeth, y solo Lisbeth, tiene la culpa de que esté en su habitación al borde del abismo.

Haru aprieta los puños con fuerza, sintiendo las sábanas arrugarse entre sus dedos. Odia a Lisbeth, la odia. No puede pronunciar su nombre en voz alta ni soportar siquiera la idea de pensar en ella. Pero precisamente porque la odia, la quiere al mismo tiempo. Y eso solo se traduce en rabia, en ira, en impotencia… y en esa lágrima que desciende muy despacio por su mejilla blanca, aunque él nunca reconocerá que está llorando.

Enka está allí, acurrucado dentro de la lágrima de Haru, sintiendo su tibieza. Es un erianita que nacerá el mismo día en que ese humano cumpla diecinueve años. El momento se ha hecho de rogar, puesto que Haru nunca llora. Es especialista en tragarse su orgullo, pero sobre todo su llanto, para fingir una fortaleza que llorando también demuestra.

Enka piensa que se está muriendo. Le habían dicho que su vida terminaría en forma de lágrima. Se pregunta si la tristeza, la frustración o el dolor humanos son otras formas de resurgir… Al menos, para un ser como él. No lo entiende, pero tampoco espera comprenderlo.

La luna brilla a lo lejos. Nunca la ha contemplado, pero siente que es muy distinta a la de Radhuk… Su resplandor ilumina el cuarto de Haru, su silueta doblada sobre la cama, su pelo negro escondiendo su mirada… Enka se desliza poco a poco sobre la piel del joven a medida que la lágrima se va secando entre los poros de su cara. Al final, el erianita también cae sobre las sábanas con un dolor en el pecho que no esperaba sentir. Enka ha nacido triste, absorto en unos pensamientos que no le corresponden… Enka ha nacido enamorado. No es común, pero en ocasiones sucede: Los erianitas tienen la capacidad o, quizás, la condena, de cargar con la razón que ocultan las lágrimas de los humanos. Y Enka ama a Lisbeth como lo hace Haru. Y siente su rabia, su frustración y su desesperación por no tenerla a su lado. La pequeña criatura maldice para sus adentros. La lágrima no era el fin, sino el comienzo. Aunque el erianita hubiera preferido que todo acabara en ese amargo llanto.

Ahora tiene la certeza de que, cada noche, se colará en la habitación de Lisbeth y la observará en silencio sentado sobre alféizar de la ventana. Se hará siempre la misma pregunta: «¿Lisbeth o las ganas de llorar?»

Lo pensará uno, dos, tres segundos… toda la vida. Y apenas necesitará responder… Eligirá a Lisbeth, como Haru, que no irá a verla, pero que cada noche se la imaginará junto a él, durmiendo mientras le pasa su brazo por encima de la cintura y la retiene contra su cuerpo. 

Enka es un erianita enamorado. Y elige a Lisbeth porque ya no habrá otra, porque fue criado en la lágrima que Haru derramó por amor. 

¿Lisbeth o las ganas de llorar?

Sabe que, inevitablemente, escoger la primera opción será causa de la segunda.



Del mismo modo en que no es cierto eso de que los hombres nunca lloran, tampoco es verdad que lloremos por el nacimiento de un erianita (obviamente). Debemos saber como punto de partida que las investigaciones acerca del porqué de nuestras lágrimas no se han cerrado a día de hoy, y el debate continúa entre teorías que van desde lo más sencillo a lo más complejo que podamos imaginar (una de las teorías más aceptadas entre la comunidad de científicos es la que señala la liberación del estrés a través de las lágrimas,  mediante una hormona llamada andrenocorticotrópica, lo cual explica que nos sintamos mejor después de haber llorado).

El llanto es una capacidad que, aunque no sea exclusiva del ser humano, sí que es única en ciertos aspectos. Hablando de forma genérica podemos afirmar que se trata de una reacción natural y física al dolor. Sin embargo, que algo nos duela no tiene por qué ser el único motivo por el cual surjan las lágrimas. Sí, lloramos cuando sufrimos y también cuando nos hacemos daño, pero este hecho no se reduce a las heridas que dejan cicatrices en la piel, sino que el abanico abarca aquellos cortes que permanecen en el corazón de cada uno, haciendo que sangre sus penas. O no. A veces el llanto se produce por razones totalmente contrarias, como llorar de alegría. Lloramos al ver una determinada escena de una película, al escuchar una canción, ante la pérdida de un ser querido, al evocar un recuerdo. Lloramos por rabia, ira o frustración, como Haru en este relato. Lloramos si nos vemos en un callejón sin salida, por lo abrumadores que pueden resultarnos nuestros problemas. Lloramos por amor y por desamor. Lloramos por todo a la par que reímos por nada. Y en ocasiones incluso fingimos llorar.

Sea como fuere y hasta que el origen de las lágrimas quede determinado, sabemos que la culpa de nuestro llanto la tiene el cerebro, ya que existe una conexión neuronal en dicho órgano relacionada con las emociones y vinculada a los lagrimales.

A la espera de más datos y como bien se explica en Ojo Científico, debemos ser conscientes de que «las emociones son algo natural que no se debe reprimir o intentar controlar y, sin conducen al llanto, por algo será, aunque todavía no sepamos bien por qué».

  1. Feb 4, 2013 9:15 am

    Me encantan tus relatos y la forma en la que despues informas sobre el tema

  2. Feb 4, 2013 9:30 am

    Me encantan tus relatos. Son muy bonitos, y la forma en que después redactas. el articulo me parece magistral. Me parece muy. buena idea esta de como hacer de un artìculo algo tan bonito.

  3. Feb 4, 2013 3:34 pm

    ¡Muchas gracias!
    Me alegro de que os guste la idea.

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